–Lo escribí en 2003–
Llega a islas, montañas, valles, pueblos, razas, hombres, mujeres, niños y niñas sin distinción de cultura, religión, creencias o tonos de piel. La radio nos une, nos divide y nos conecta; puede transportarnos a lugares que nunca imaginamos o situarnos en el centro de nuestra propia ciudad. Puede permitir que aquellos que no ven visualicen las realidades que los rodean. Contextualiza, acerca, vincula y explica los acontecimientos que ocurren a su alrededor para aquellos que no pueden leer.
La radio es una gran cadena de orejas enlazadas que nos une con el mundo, nuestra sociedad, cultura y país. Afianza en nosotros un sentido de pertenencia, identidad y arraigo a nuestras ciudades, regiones, creencias y pensamientos. Pensar en la radio es conectarse con el sentir de un pueblo.
El mundo mágico de la comunicación sonora[1] es un medio tan cercano y propio que brinda infinitas posibilidades de creación, acercamiento al público, servicio social, integración y culturización. Al acercarnos al universo radial, podemos ver un fiel retrato de los gustos, aficiones, temores y sentimientos de una comunidad, ciudad o país. La radio es el medio que más cerca está del sentir de un pueblo, llegando a todos los estratos y clasificaciones sociales, de una manera propia e individualista, de tú a tú, de oído a oído, de voz a voz. Por eso, conocer la radio es conocernos.
Desde el surgimiento de la primera emisora radial en los años 20 en Estados Unidos, la función de la radio se ha definido como social, expresiva y estética, brindando al hombre común, a cualquier ciudadano, niño o anciano, la posibilidad de encontrar en este medio una manera de expresarse, gritar al mundo lo siente y piensa, de plasmar con voces, música, silencio y ruidos, sus temores, fantasías, imaginarios colectivos o simplemente sus deseos, sin temor a censuras, discriminaciones o rígidas reglas. Como sabiamente afirma Armand Balsebre en su libro “El lenguaje Radiofónico”, “En la radio se encuentra el medio ideal para expresar lo fantástico e imaginario, creando una nueva poesía: La poesía del espacio “.
Sin embargo, desafortunadamente en la actualidad, la función de la radio se ha desfigurado. Ha dejado de ser social, expresiva y estética, para convertirse simplemente en una función de difusión e información. Basta con analizar la historia del surgimiento y la evolución de la radio en nuestro país para afirmar con tristeza que ha perdido sus colores, olores, risas, sabores y llantos. Ha perdido expresión, vida y su espíritu creativo.
Fue en 1929, un 7 de agosto, cuando el gobierno de turno inauguró la primera radiodifusora del país. A tropezones y empujones, la radio colombiana cautivó a su público, robando risas y suspiros, alegrando tardes y mañanas. Poco a poco adquirió su verdadero sentido y razón de ser. La radio colombiana se convirtió en social, expresiva y estética, construyendo no solo un mensaje, sino también sueños con todos los elementos del lenguaje radiofónico para espectadores perfectamente despiertos. [2].
En la radio de antaño, existían géneros como la radionovela, espectáculos humorísticos y programas infantiles que no eran aislados ni esporádicos, sino que eran una parte vital de la programación de cualquier emisora. Estos géneros permitían al comunicador utilizar al máximo su potencial creativo y daban lugar a que se difundieran y narraran acontecimientos e información de maneras distintas y novedosas. Los comunicadores utilizaban todos los elementos del lenguaje radiofónico para contextualizar, narrar, pintar con voz, música, silencio y efectos lo que sucedía en ese momento.
Sin embargo, después de 1980, la función de la radio colombiana se limitó únicamente a ser un medio de difusión de información. Los elementos del lenguaje radiofónico perdieron importancia y algunos primaron más que otros, lo que produjo una repetición de fórmulas y códigos que a veces nos induce a pensar que ya todo está inventado, o algo más grave, que la radio no es primordialmente un medio de expresión, como si para el desarrollo de esta función tan relevante ya fueran suficientes la televisión y el cine 3]. Fue precisamente el auge de la televisión lo que llevó a los comunicadores de la época a pensar que la función social, expresiva y estética de la radio ya no tenía sentido, y desaparecieron de las programaciones de todas las emisoras géneros importantes y famosos como las radionovelas, los shows humorísticos y sobre todo los programas infantiles.
En especial, los programas infantiles que son el tema central de este artículo. La radio de hoy en día ha olvidado al niño como su público, relegándolo a un segundo plano, obligándolo a escuchar y compartir formatos y géneros diseñados para jóvenes y adultos. Actualmente, la radio sólo se dirige a públicos “rentables” comercialmente, con formatos homogéneos y formas de locución similares. Si se analiza la radio juvenil en F.M., especialmente en la Costa Atlántica y principalmente en Cartagena, podremos encontrar clones de emisoras por todo el dial, con locutores que utilizan protocolos de comunicación tan similares que, en ocasiones, son indistinguibles entre sí. Solo presentan canciones y venden productos, sin ofrecer contenido, expresión, estética y mucho menos un acercamiento a lo social.
Y es precisamente a estos productos comunicativos a los que se enfrentan los niños colombianos de hoy. Los niños necesitan todo lo contrario, requieren medios de comunicación que los formen en valores, que afiancen un sentido de pertenencia a su país, región, ciudad, cultura o creencia. No deben ser considerados como futuros compradores compulsivos a quienes se les tiene que vender productos, sino como los cimientos de una sociedad, a la cual se le urge formar como ciudadanos y personas con un amplio, claro y sólido sentido de responsabilidad social. Esta es una necesidad presente en el sentir del pueblo colombiano, pero que se encuentra ausente en la mayoría de los medios de comunicación del país. La radio es un medio accesible para cualquier niño, sin importar su edad o estrato socioeconómico, y por lo tanto, debería ser un elemento primordial en la formación de valores y no todo lo contrario.
Es lógico plantear que la producción de programas radiales infantiles en Colombia es muy escasa, y en Cartagena, prácticamente inexistente. Son pocos los directores y dueños de medios que creen que un producto comunicativo dirigido a este tipo de público sea rentable. “Mientras que en Estados Unidos, la primera estrategia para lanzar un artista pop es cómo hacerlo llegar a los niños, en Colombia falta creer en ese público… muchos en la industria aún son escépticos “, comenta al respecto Andrés López, director de la emisora Colorín Colorradio de Bogotá.
En la radio comercial de F.M. en Cartagena, por ejemplo, no existe ninguna emisora que dedique un espacio radial a los niños. Actualmente, las estrategias mínimas para llegar a los niños y jóvenes son a través de concursos telefónicos patrocinados por galletas y dulces, generalmente para las épocas de Halloween, Día del Niño o Navidad.
Es importante destacar que la tendencia actual de la radio mundial es la especialización tanto en público como en temas [5]. Según Arturo Merayo [6], esta corriente radial dotaría a la radio de mayor calidad, mejoraría la publicidad y complacería a una audiencia cada vez más exigente y conocedora de lo que es un buen producto comunicativo.
En el extranjero, por ejemplo, se trabaja con mucho éxito en el formato infantil. Es relevante mencionar proyectos como Tic Tac Tuk de UNICEF, que consiste en franjas radiales adquiridas por este organismo en 12 emisoras comerciales a lo largo de Estados Unidos, donde se realiza un programa radial infantil en español denominado Tic Tac Radio, dirigido a niños latinos en dicho país [7]. El objetivo principal del programa es unir a los niños latinos en Estados Unidos para que compartan música, juegos, ideas e historias.
Los deberes sociales de un comunicador no se limitan únicamente a informar con veracidad, sino también a contribuir en la construcción de una sociedad mejor. No hace falta explicar el gran poder que los medios tienen sobre las personas, ni las consecuencias que pueden surgir de su buena o mala utilización. Sin embargo, es necesario profundizar en la importancia de crear espacios radiales dirigidos a los niños.
Colombia se encuentra en una grave crisis social. La mayoría de los jóvenes sueñan con abandonar el país [8], la violencia está en aumento y los niños están creciendo con un notorio desequilibrio en la escala de valores. Ahora, además de los adultos, se está formando una generación de colombianos pesimistas, con miedo al futuro y desconfianza hacia los demás [9].
Por otra parte, los medios de comunicación han generado, en cierta medida, sentimientos de indiferencia y apatía frente a los sucesos sociales del país y la vida en comunidad [10]. Esto, por supuesto, no es ajeno a los niños, que son los principales afectados y crecen con un desinterés notorio hacia su mundo y los demás, desarrollando cada vez más individualismo y egoísmo.
Para contrarrestar lo anterior, se ha planteado desde diversas perspectivas que la mejor solución es la educación, una formación y afianzamiento de valores en los adultos y principalmente en los niños, que, aunque suene cliché, son el futuro del país.
Los medios de comunicación tienen la capacidad de ser accesibles a los niños fácilmente. Además, pedagógica y psicológicamente, producen en el menor un proceso denominado impregnación, que consiste en que el niño aprende sin saber que lo está haciendo, especialmente cuando ve televisión o escucha la radio, porque siente que está haciendo algo divertido [11]. Es por esto que los medios tienen una ventaja mayor (en este sentido) sobre la escuela o la familia, ya que el niño, sin sentirse regañado o en clase, está aprendiendo a través de ellos.
Por lo tanto, utilizar la televisión y la radio como herramientas pedagógicas para distintos fines es, de por sí, exitoso. En la televisión internacional, este campo está siendo ampliamente abordado, y podemos observar cómo canales trabajan este formato infantil-pedagógico con mucho éxito.
La radio nacional es leve, aislada y raramente utilizada como un instrumento de formación y enseñanza de valores, ni para niños ni para adultos. La radio costeña, por supuesto, no se escapa de esta tendencia, haciéndose, para colmo, mucho más marcada. No se puede olvidar que, como acertadamente expresó Jaime Sarramona [12], “Según cómo se les utiliza, los grandes medios de comunicación pueden ser instrumentos de enriquecimiento individual, de cohesión y progreso nacional, y de comprensión y paz entre pueblos mediante un conocimiento más exacto y más perfecto de la vida de los demás, o transformarse en un nuevo opio del pueblo, degradante de valores e instrumento de dominación cultural”.
Debido a esto, de las tres funciones fundamentales de los medios de comunicación (entretener, informar y educar), la última es la más olvidada y menos explorada, porque tanto los comunicadores como el público están acostumbrados a inferir que los programas de radio educativos son una cosa árida y aburrida [13]. Cuando se habla de radio infantil educativa, surge espontáneamente la imagen de un solitario profesor instalado ante el micrófono y enseñando, con voz y tono de magister, a un invisible alumno las tradicionales nociones de la clásica escuela elemental [14].
Aún prevalece el lamentable error entre los directores del medio de confundir la radio instructiva (conocimientos académicos) con la radio formativa (afianzamiento de valores), cuando en realidad difieren esencialmente en su definición [15].
Pero los niños no solo se educan recibiendo conocimientos escolares, sino también en el hogar, jugando con sus amigos, escuchando cuentos, viendo la televisión y escuchando la radio. Aquí radica la importancia de este medio como posible formador de nuevas generaciones de colombianos comprometidos con el cambio, con la construcción de un mejor país, lleno de personas honestas, trabajadoras y pacíficas.
¿Por qué no darle un nuevo giro a la radio? ¿Por qué no volver a rescatar las funciones reales de la radio? Hacer de este medio, que llega a cualquier oído en cualquier rincón del país, un elemento de unión, de aprendizaje, de expresión, y de cambio, del cambio que todos anhelamos.
Pero esto solo depende de dos grupos de personas: los comunicadores sociales, que deben replantear la forma en que utilizan los medios de comunicación, en este caso la radio, la intención detrás de los mensajes y a qué audiencias están dirigidos. Deben abrir la posibilidad de dirigirse a públicos diferentes, explorar la construcción de mensajes de manera innovadora y comprometerse a ayudar a la sociedad mediante su trabajo para adquirir la responsabilidad social necesaria para avanzar como país.
Por otro lado, el público también tiene su papel, ya que debe exigir a los medios de comunicación formatos y géneros ingeniosos, que no sean homogéneos y que respeten y den espacio a la diversidad cultural que caracteriza nuestro país. Sobre todo, deben exigir contenidos que fomenten valores como el amor al prójimo, la honestidad y el compromiso social.
[1] Armand Balsebre, El lenguaje radiofónico. Cap. 1 pág. 14 (Madrid. Cátedra. Signo e imagen, 1996).
[2] IDEM
[3] Armand Balsebre, El lenguaje radiofónico. Cap. 1 pág. 12 (Madrid. Cátedra. Signo e imagen, 1996).
[4] Andrés López, director de Colorín Colorradio. Citado por: Liliana Angélica Martínez, “Los niños ya no quieren rondas”, El Tiempo, Bogotá, agosto 6 de 2001, pág. 3B.
[5] Arturo Merayo Pérez, Para entender la radio: estructura del proceso informativo radiofónico. (Salamanca: Kadmos, 1992)
[6] Ibid.
[7] Para más información dirigirse a www. tictactuk.com
[8] Camila González Fonnegra, “La generación que se fue”, Revista Diners, no. 374, mayo de 2001, pág. 30.
[9] IDEM
[10] María Josefa Domínguez,. Los niños y los Medios de Comunicación Social. (Bogotá: Antares, 1985).
[11] ICFES., Seminario de recepción activa; niños y Medios de Comunicación Social. Cap. Los Medios de Comunicación Social y los niños. Algunos Indicadores. Prospectiva. (Bogotá: UNESCO, Abril de 1989)
[12] Citado también por Miguel Reyes Torres, Magister en Filosofía y Educación. En su ponencia “ La familia y la recepción activa de los Medios de Comunicación Social por parte de los niños”. Publicada en el libro: Seminario recepción activa niños y medios de Comunicación Social. (Bogotá: ICFES, 1989).
[13] Kaplún M., Producción de programas de radio. Cap. 1, La radio como instrumento de educación popular. Pags. 17 – 43.
[14] Kaplún, Ibid.
[15] Arturo Merayo Pérez, Para entender la radio: estructura del proceso informativo radiofónico. (Salamanca: Kadmos, 1992)