Algunas veces, no hay finales felices para los perros sin hogar. Son muchos los que deambulan por las calles sin familia ni casa. Estar abandonado en la calle no es fácil, ni siquiera para los perros.
En la calle, no tienen dónde tomar agua limpia y deben beber agua sucia que corre por los andenes. Muchos se enferman al tomar estas aguas. Sin embargo, hace tanto calor que no tienen otra opción más que beber agua sucia y contaminada.
Los perros abandonados no tienen a nadie que les dé comida. Tienen que buscar qué comer. Muchos mueren de hambre porque encontrar comida en la calle no es sencillo. Deben rebuscar en la basura cosas que puedan comer, pero las personas les pegan porque sueltan la basura. Pero ellos no lo hacen por maldad, sino porque tienen hambre. En algunas ocasiones, gente de buen corazón les da un poquito de comida y alegra su día.
No tienen donde dormir ni resguardarse de la lluvia. Deben buscar lugares que no sean peligrosos para tratar de descansar, donde no los atropelle un carro o lleguen personas a hacerles daño.
Muy pocas personas quieren perros callejeros que no sean de raza. Dicen que son feos y prefieren perros de raza. Los perros mixtos no son feos, son hermosos, tienen todas las razas mezcladas y eso los hace únicos.
Cuando un perro abandonado encuentra un hogar, ocurre un milagro de amor en su vida. Precisamente, vamos a contar la historia de un milagro de amor en la vida de un perro llamado Tico.
Tico es un perro mestizo común, sin una raza definida. No se sabe exactamente dónde nació ni cuántos años tiene. La primera vez que lo vio un veterinario, dijo que tenía alrededor de un año. Es de tamaño mediano, tiene el pelo blanco, largo y liso, que crece muy rápido, por lo que hay que cortarlo frecuentemente sino parecerá Rapunzel. Además, tiene unos grandes ojos color miel y cuando está muy feliz, saca la puntita de la lengua. A Tico le encanta que le soben la barriga.
Pero Tico no siempre fue un perrito tierno. Durante una parte de su vida, sufrió muchos maltratos. Fue en un momento muy difícil que encontró un hogar. Por eso, dicen que después de la tormenta viene la calma y que a veces, cuando suceden cosas malas, también pueden suceder muchas cosas buenas.
Un día de septiembre de 2014, Tico fue maltratado dos veces en un solo día. Primero, unas personas de mal corazón le echaron aceite caliente en su lomo y patas traseras, causándole graves quemaduras. Herido y huyendo, Tico fue atropellado por una moto mientras cruzaba la calle. Cojo, herido y enfermo, comenzó a caminar por las calles en busca de un lugar seguro donde descansar, porque estaba muy adolorido.
Finalmente, llegó a una calle sin salida donde había una casa con una gran terraza y un frondoso árbol que daba sombra. Tico decidió acostarse allí para descansar.
Al mediodía, llegaron los dueños de la casa: una madre y sus dos hijos. Vieron al perrito malherido durmiendo en la terraza y se preocuparon al ver lo lastimado que estaba. A Tico le costaba levantarse, pero se sentía muy asustado. Todos los humanos que conocía le habían hecho daño, lo habían pateado, golpeado y quemado.
La madre fue a buscar un tarro de agua para que Tico bebiera, pensando que debía tener mucha sed. Cuando se acercaron a darle el agua, Tico gruñó, porque tenía miedo de que le hicieran daño. Tico no sabía que eran buenas personas y, sobre todo, no sabía lo que era que lo trataran con amor y lo cuidaran.
Aunque se asustó cuando le pusieron el agua cerca, Tico finalmente la bebió, tenía mucha sed después de haber caminado tanto y estar lastimado, adolorido y cansado.
También tenía mucha hambre y su estómago gruñía. Hacía dos días que no comía. La familia estaba muy preocupada por el perrito, ya que estaba muy herido y debían llevarlo al veterinario. Pero cada vez que intentaban acercarse a Tico, él gruñía y ladraba.
Al hijo de la señora se le ocurrió hacer algo parecido a lo que sucedió en el cuento de Hansel y Gretel: construir un camino de trozos de salchichón desde donde estaba Tico en la terraza hasta el patio de la casa.
Como Tico tenía tanta hambre, cuando olió el salchichón, movió su cola de alegría. A pesar de estar herido, se levantó y cojeando siguió el camino de salchichón, comiéndose uno a uno los trozos hasta llegar al patio. Tico tenía tanta hambre que no se dio cuenta de que había entrado a la casa y que había llegado hasta el patio.
Cuando el perro entró al patio, la familia cerró la puerta de la calle y la del patio para que no pudiera escaparse. Cuando Tico se dio cuenta de que estaba dentro de la casa, se asustó mucho y pensó que esas personas le iban a hacer daño, por lo que empezó a ladrar mucho.
La familia entró con cuidado para que Tico, asustado, no los mordiera. Le pusieron una cama acolchada, agua y deliciosa comida. Pero Tico se sentó en una esquina del patio gruñendo porque tenía mucho miedo. Nadie nunca antes le había puesto comida, agua ni mucho menos una cama.
Cuando Tico vio que no había ninguna persona cerca, se levantó, comió y tomó mucha agua deliciosa, transparente y limpia. Luego se acostó en la cama acolchada, se sintió muy feliz porque él no sabía lo que era dormir cómodo. Siempre había dormido en el suelo duro: a veces el piso estaba muy caliente, otras frío y hasta a veces mojado. Era la primera vez que dormía en una cama. Por primera vez, Tico durmió muchas horas tranquilo, seguro y cómodo.
Cuando se despertó, ya no sintió miedo. Se dio cuenta de que esas personas no querían hacerle daño, sino ayudarlo. Supo que, sin quererlo, había encontrado un hogar. Tico movía la cola con mucha felicidad.
Entonces, la familia se acercó a él y le acariciaron la cabeza y el lomo. Para Tico, eso se sintió genial. Nadie nunca lo había acariciado. La madre le preguntó si tenía nombre, pero Tico no sabía cómo responder esa pregunta. Él no sabía lo que era tener un nombre, así que solo la miró sin ladrar.
El hijo de la señora sugirió que el perro probablemente no tenía un nombre, y decidieron llamarlo Tico. A Tico le gustó el nombre, ya que sonaba genial, y por primera vez tenía un nombre bonito. Antes, los humanos le decían perro sarnoso, chandoso o perro feo, pero ahora tenía un nombre propio.
El perrito se dejó cargar, lo subieron a un carro y lo llevaron al veterinario, quien lo curó de todas sus heridas y dolores.
Tico experimentó un milagro que cambió su vida para siempre. En un solo día, sufrió una experiencia muy dura cuando fue quemado y atropellado, pero ese mismo día ocurrió un milagro de amor: encontró un hogar, una familia que lo amaba, una cama acolchada, una comida deliciosa, agua fresca y cariño todos los días.
Hoy en día, Tico es un perro muy feliz que desea de todo corazón que otros perros abandonados como él también experimenten un milagro de amor.