Shhh (pausa profunda)

Silencio. Es: respuesta, pregunta, afirmación y negación. También: grito de ayuda o suspiro de alivio. Gilbert Keith Chesterton dijo: “el silencio puede ser la réplica más aguda”. Es frase, a veces, revolotea en mi cabeza como colibrí alrededor de una flor.

Y es cierto. El silencio puede ser más poderoso que la palabra. Ese espacio en que no suena nada, significa un mundo de cosas. Una forma de resistencia. Mostrar desacuerdo. Presentar respeto. Un no disfrazado. Un “me largo” sin portazo. Un “te entiendo” sin palmadita en la espalda. Una tregua. O una bomba. Depende. Habitamos este mundo, lleno de información y sobre todo de ruido. Porque vaya que es ruidoso nuestro habitar en este planeta. Entre tanto ruido el silencio es: refugio, reflexión e introspección. El silencio se siente… ¿cómo decirlo? Como un animal en extinción.

Tenemos un existir tan ruidoso, vivimos en una cacofonía cíclica, que absorbe nuestros sentidos y se apodera de nuestras mentes. A muchos, el silencio en la mente los nubla. Es ansiedad. Es tristeza. Es soledad. Esta es la era del bullicio. Nuestro acompañante constante es el ruido. No sé tú, pero yo a veces quiero apagarlo todo. Incluso mis pensamientos.

El silencio se convirtió en un lujo que pocos se dan la libertad de disfrutar. Si los extraterrestres me pidieran definir la existencia en esta sociedad, les diría: somos turbulencia sonora. A veces, cuando pienso en el silencio, lo imagino como un tesoro sin mapa. No hay que buscarlo, solo callar. Está ahí, debajo de capas densas de decibeles.

Nos obligamos a vivir conectados en lo digital, pero desconectados de lo que requiere silencio. Rodeados de conversaciones superficiales. Siendo protagonistas de esta banalidad. Vivimos conectados a cosas que no nos conectan con nada.

En el silencio se gesta lo que necesitamos para existir en armonía. Comprensión. Reflexión profunda. Solo en el silencio podemos hacer conexión con nuestro interior. En ese espacio sin palabras las ideas toman formas y la creatividad florece como orquídeas.

Ahora todos desean ser escuchados. Hemos olvidado la importancia de ser quienes escuchan en silencio. En la respuesta articulada no hay réplica aguda. Es la ausencia de palabras, pero la capacidad de estar presentes en silencio. Allí somos receptivos al universo.

Silencio. Aprendemos a escuchar. Los pensamientos salen del barro igual que flores rebeldes. Silencio. Allí encuentro quietud. Fuerza para comprender mi existir. Reflexión. Introspección en mis acciones. Escucho mis anhelos más profundos.

Silencio ¿Y qué hacemos con eso? Nada. Lo escuchamos. Lo dejamos estar. Nos dejamos estar dentro de él. Porque, al final, el silencio no es ausencia. Es otra forma de estar. Más salvaje. Más honesta. Más incómoda también.

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