Comparto con ustedes una reflexión sobre uno de mis escritores favoritos: Julio Cortázar. Un genio del relato breve y de la prosa poética. En cada uno de sus libros explora la realidad desde perspectivas insólitas, sorprendentes y fantásticas. Me apasiona su capacidad de crear universos paralelos, de romper las fronteras entre lo cotidiano y lo extraordinario, como cuestiona las convenciones y las certezas.
Este texto me atrapa:
«A veces uno amanece con ganas de extinguirse… Como si fuéramos velitas sobre un pastel de alguien inapetente. A veces nos arden terriblemente, los labios y los ojos y nuestras narices se hinchan y somos horribles y lloramos y queremos extinguirnos… Así es la vida; un constante querer apagarse y encenderse».
¿No les parece una metáfora hermosa y triste a la vez? ¿No les hace pensar en esos momentos en que nos sentimos solos, vacíos y sin sentido? Es un recuerdo de la fragilidad de nuestra existencia, de la dependencia de los otros y el deseo de ser amados.
Hay algo de esperanza en las palabras de Cortázar. Porque si podemos apagarnos, también podemos encendernos. Buscar dentro de la oscuridad de una lágrima la chispa que nos ilumine, disipar el frio que produce el vacío con una sonrisa. Podemos encontrar la belleza en las pequeñas cosas, en los gestos amables, en las risas compartidas. Podemos ser velitas que no se extinguen, porque alumbran el camino de otros, que se unen para formar una gran llama.
Los invito a encenderse, a no permitir que lo apague la tristeza, el miedo, la incertidumbre o la indiferencia. Los invito a leer a Cortázar, para que los seduzca con sus palabras. Seamos parte de este pastel llamado vida, que puede ser dulce o amargo, pero que siempre vale la pena saborear.